Tiempo atrás ya publicamos sobre investigaciones que se están llevando a cabo acerca de cómo eliminar la radiactividad mediante el uso de bacterias. Los sabios y valientes monjes budistas también saben como reducir los elementos radiactivos del suelo mediante la utilización de la naturaleza, en este caso, girasoles.
Épica y colorida hazaña es la que han concretado los monjes budistas del templo Goenji, ubicado cerca de Fukushima: plantar más de 8 millones de girasoles para absorber la contaminación nuclear en la tierras de cultivo.
En una acción que, vista desde cualquier perspectiva, resulta ciertamente inspiradora, un grupo de monjes budistas que residen en el templo de Goenji, ubicado en las proximidades de Fukushima, en Japón, región devastada por uno de los peores accidentes nucleares de la historia, se coordinó para llevar a cabo una labor ejemplar. Encabezados por Koyu Abe, líder del templo, los monjes se han dedicado a sembrar millones de girasoles, una planta que es famosa por su capacidad de absorber materiales del suelo, incluidos los radioactivos.
Hace unos días se reportó el caso de un conductor japonés de televisión que comió vegetales de fukuyima con la intención de comprobar que estos no están contaminados. Sin embargo, a los pocos días de su temeraria demostración, el conductor contrajo leucemia. Luego del accidente registrado en la planta nuclear de Fukushima, tras el embiste del terremoto, la radiación liberada permeó, a pesar de los esfuerzos, los suelos de una extensa región agrícola. Alimentos como verduras, leche, carne, pescado, agua, te y el arroz, esté ultimo pilar de la canasta básica en Japón y muchos otros países, debieron ser desechados tras registrar niveles excesivos de contaminación, al contener cesio.
“las raíces son las que actúan como mecanismo estabilizador. Realizan filtración, lo que significa que van a absorber y van a dejar cerca ellas tanto metales pesados como restos de uranio. Esto está siendo estudiado para saber cómo quedan estos elementos, pero lo que sí se sabe es que la planta es tolerante a altas cantidades de metales pesados y de uranio y también las ingresa en su metabolismo, por lo tanto, no pasan a las capas superficiales de agua y tampoco se trasladan en el terreno o el suelo” afirma la especialista argentina en bioquímica, Adalgisa Scotti, quien estudia este tema en el Centro Internacional de Estudios de la Tierra.
La científica precisó que aún no se sabe qué hacen las plantas para “desentenderse de la radiación”, pero adelantó que, en la actualidad, se está trabajando “en la asociación del uranio con un hongo que lo que hace es aumentar la superficie de raíces, por lo tanto, tendríamos un porcentaje de captación mayor con una simbiosis entre el girasol y este hongo, que con el girasol solo. En esa etapa estamos ahora, en aumentar la captación que tienen esas raíces que actuarían como una aspiradora: Absorbe, retiene y lo deja ahí”.
La función orgánica de absorción y control que desempeñan los girasoles no es exclusiva de su especie y en el ámbito de las tareas naturales tiene un nombre específico: Bioremediación.
“La bioremediación en términos más amplios abarca a cualquier sistema biológico que se utilice para descontaminar cualquier área. Puede ser que estemos hablando del aire, de una planta, de una enzima, un alga, es decir, cualquier sistema biológico que se utilice para descontaminar el medio ambiente se llama bioremediación”, afirmó la bioquímica.
Los aztecas mexicanos consideraron al girasol una flor sagrada y la bautizaron Alcahual que significa maravilla. Luego, los conquistadores europeos justamente maravillados por ella transportaron sus semillas al viejo mundo y la plantaron a partir del siglo XVI. De ahí en más, esta flor omnipresente no ha terminado de incentivar y provocar las más diversas búsquedas. La encontramos fulgurante en la película “Los girasoles de Rusia”, como símbolo político del Partido Verde de España y en al menos cinco cuadros de Van Gogh. Hoy, como empieza a explicarse, se le ha encomendado también la noble misión de aliviar a los suelos de los residuos radioactivos.
Y que mejor manera de contribuir al combate del catastrófico escenario que sembrar millones de flores, las cuales no solo ayudan a depurar las tierras afectadas, sino que, al menos en un plano simbólico, irradian esperanza a una población desmoralizada.
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